Ictiandro (el hombre anfivio)

Era una de esas sofocantes noches de enero tan propias del verano argentino, en que miríadas de estrellas cubren el azabachado cielo.
El ‘Medusa’ permanecía anclado en absoluta quietud, pues tal bonanza reinaba que no se oía ni el rumor del agua ni el rechinar de las jarcias.
El océano parecía estar sumido en profundo sopor.
‘ ‘El monstruo tenía cuerpo de hombre, enormes ojos -semejantes a antiguos relojes de bolsillo-, que relucían bajo los rayos solares cual faros de automóvil; la piel era de delicado azul plateado, las manos, cual las de las ranas: color verde obscuro, largos dedos y membranas entre ellos.







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